La carretera a Colonia brillaba bajo el sol como una cinta serpenteante en el verde paisaje uruguayo, salpicado aquí y allá por casitas bajas de la zona de pequeños productores —granjeros, chacareros — donde la presencia del hombre acariciando la tierra se siente más que en el norte ganadero. La tarde vaciaba su sonrisa sobre el camino en uno de esos atardeceres tibios y suaves de la campiña oriental. Una motoneta y su ocupante aguardaban en un recodo del camino. Única presencia que, junto con algún autobús de ONDA que pasaba de vez en cuando como una exhalación rumbo al puerto, perturbaban la tranquilidad y la calma.
Al cabo de unos minutos el ocupante de la motoneta se irguió. Algo asomaba en el camino, algo que él estaba esperando. Un niño de unos 10 años aproximadamente, cargando un paquete de medicinas, quién sabe para quién,pedaleaba entusiasmado sobre su bicicleta nueva. Al llegar al portoncito que separaba su casa de la carretera se apeó. En ese momento el de la motoneta apretó el acelerador, dio la vuelta y se colocó al lado del niño. El niño lo miró con ojos de asombro y de temor. Un mechón lacio de cabello negro le caía sobre la frente sudada por el esfuerzo del pedaleo. Pero el niño ya sabía de qué se trataba. Había comprado su bicicleta hacía unos meses y sólo pudo pagar tres cuotas. Allí estaba el cobrador para recordárselo y sin mucho esfuerzo le sacó la bicicleta y se la llevó. "Se llevó la bicicleta del manillar —contaría después de muchos años— caminando al lado de la motoneta; iba a gran velocidad, más que yo mismo cuando me metía detrás de los camiones y por primera vez vi que era una bella bicicleta de color dorado... Yo me quedé mirándolo, todo sudado, con el paquete de medicinas en la mano y los pantalones abrochados con palillos".
Quizá fue aquel uno de los primeros sueños que se desvanecieron para Alfredo Zitarrosa y tal vez no el único. Pero la vida devuelve a veces a los hombres que saben agradecerla y embellecerla, algunas buenas realidades por los sueños tempranamente arrebatados.
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"Vuelve a mi memoria —cuenta Enrique Estrázulas— un invierno de 1972 en que tuve que cruzar Montevideo de punta a punta bajo una lluvia torrencial, en un destartalado taxímetro, para acudir a un llamado urgente de Zitarrosa. Supuse al principio que se había enfermado, que estaría dolorido por algo o, en el mejor de los casos, habría cometido alguno de sus excesos. Cuando llegué todo estaba en calma. Y el amigo trovador en cuestión de lo más bien, sentado junto al grabador, secándose unos lagrimones que, yo sabía, venían de la emoción creadora.
—Solamente quería que escucharas un "Adagio" que se me acaba de ocurrir.
"Entonces dejé que regresara la calma, colgué el impermeable empapado y me dispuse a oír los acordes de lo que más tarde se transformaría en el famoso 'Adaggio en mi país', una de las más conmovedoras canciones que se han escrito en Uruguay, acaso premonitoria, inspirada en la guerra y señalando un camino de paz".
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña labrando
su verde solar
Tú no quisiste la guerra
madre tierra, yo lo sé.
Hombre-canto-destino / Luciana Possamay
2 comentarios:
Technology truly has become completely integrated to our existence, and I am 99% certain that we have passed the point of no return in our relationship with technology.
I don't mean this in a bad way, of course! Societal concerns aside... I just hope that as the price of memory drops, the possibility of transferring our memories onto a digital medium becomes a true reality. It's a fantasy that I daydream about almost every day.
(Posted on Nintendo DS running [url=http://does-the-r4-r4i-work-with-the-new-ds.onsugar.com/Does-R4i-R4-actually-work-7232282]R4i[/url] DS HomeBrow)
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