jueves, 18 de octubre de 2007

JUCECA Y EL CANDOMBE

El candombe y el diccionario del viejo Ramón Sopena
Julio César Castro
A mí, qué quiere que le diga, es escuchar un candombe bien tocado, y me viene una cosa acá. Como una emoción en el pecho. Recuerdo que, luego de pasar en forma obligada algunos añitos sin escuchar un candombe en vivo, cuando en reunión con algunos porteños en Buenos Aires, les quería explicar cómo era, cómo sonaban y cómo se movían, cómo había que caminar al tiempo de ir tocando el tambor, trataba de imitar el ritmo, y me venía esa cosa acá, y me tenía que ir a encerrar al baño hasta que me echaba agua en la cara y se me pasaba "eso". Yo no me crié en el barrio Sur, ni en Palermo. Soy de un barrio desabrido. Pero mis abuelos vivieron en la calle Tacuarembó y San Salvador, y de tanto en tanto iba con mi viejo a visitarlos, y ahí estaban los tambores. Mi padre se saludaba y conversaba con un negro de traje y corbata, Silva de apellido, y me decía que era una excelente persona. Nunca supe tocar los tamboriles. No es nada fácil. Algunos dicen, todavía, que los negros lo traen en la sangre, pero el folclorólogo Lauro Ayestarán, decía que eso era racismo, porque los negros traen en la sangre lo mismo que los blancos. Según tengo entendido, se trata de un líquido fibroso llamado plasma compuesto por glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas.

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