viernes, 30 de mayo de 2008

Parque Rivera, nueva Sede de LA FIGARI

Compañeros/as;

Como todos sabrán, nuestra Comparsa se había quedado sin lugar de ensayo y de reunión. El ciclo en "La Iglesia" había culminado y debimos retirarnos; llevando nuestras pertenenecias a distintas casas de compañeros/as.

Durante este tiempo hemos estado recorriendo muchos lugares para tratar de encontrar alguno que reuniera las condiciones necesarias y que pudieramos bancar en el caso de alquilar, o algún salón en clubes de la zona .

Todas las gestiones resultaron infructuosas, hasta que se habló con la gente del CCZ8, de la Intendencia Municipal de Montevideo.

Tenemos entonces el agrado de informar a toda la Comparsa y a nuestros amigos, que hemos conseguido para nuestros ensayos y demás actividades, el salón principal del Complejo Parque RIvera, aprecien la foto de arriba, es el salón que está primero a la izquierda.

El mismo nos lo fué otorgado sin problema y podemos en principio utilizarlo dos veces a las semana (martes y viernes de 20 a 23 hs. aproximadamente). También tenemos la posibilidad de realizar en tan mangnífico lugar la fiesta de "La noche de la Nostalgia", los Karaokes, etc.

Como verán es una muy buena noticia.

Para dar conocimiento pormenorizado de esta novedad, así como también discutir entre todos otras iniciativas que se plantearán con relación al futuro de La Figari, es que estamos con tiempo dando aviso, que se realizará en el local mencionado una reunión con carácter general y de imprescindible concurrencia para el día martes 03 de junio a partir de las 20.00 hs.

El local es hermoso y reúne todas nuestras aspiraciones, lo único que debemos tener reparos es en el acceso al mismo por el tema de la seguridad. El Parque Rivera es bastante oscuro y el salón está en el medio, al lado del lago, por lo que decidimos que aquellas compañeras/os que vayan solos se queden en Zum Felde y Avda. Italia, den aviso y los iremos a buscar en los vehículos disponibles.

Mañana sábado, la escuelita de La Figari se reúne a las 15.00 hs. como siempre. Alrededor de las 16.00 hs. nos trasladaremos posiblemente a las inmediaciones del Salón, pues seguramente en el futuro las clases de los sábados se hagan en esta nueva ubicación.

Exhortamos a todos los compañeros/as, que se arrimen mañana a la escuelita, es muy necesario para todos los tamborileros y además debemos acompañar esta nueva instancia en la vida de nuestra querida Comparsa.

Un abrazo para todos/as.

Francisco

martes, 27 de mayo de 2008

Escritores uruguayos - Eduardo Galeano

Julio César Puppo, llamado El Hachero, y Alfredo Gravina, se encontraron al anochecer, en un café del barrio de Villa Dolores. Así, por casualidad, descubrieron que eran vecinos:— Tan cerquita y sin saberlo. Se ofrecieron una copa, y otra.— Se te ve muy bien.— No te vayas a creer. Y pasaron unas pocas horas y unas muchas copas hablando del tiempo loco y de lo cara que está la vida, de los amigos perdidos y los lugares que ya no están, memorias de los años mozos:— ¿Te acordás?— Si me acordaré. Cuando por fin el café cerró sus puertas, Gravina acompañó al Hachero hasta la puerta de su casa. Pero después el Hachero quiso retribuir: — Te acompaño.— No te molestes.— Faltaba más. Y en ese vaivén se pasaron toda la noche. A veces se detenían, a causa de algún súbito recuerdo o porque la estabilidad dejaba bastante que desear, pero en seguida volvían al ir y venir de esquina a esquina, de la casa de uno a la casa del otro, de una a otra puerta, como traídos y llevados por un péndulo invisible, queriéndose sin decirlo y abrazándose sin tocarse.

"Crónica de la Ciudad de Montevideo" - El libro de los abrazos - 2000

viernes, 23 de mayo de 2008

Prohibido...

Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber qué hacer,
tener miedo a tus recuerdos.
Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus dudas y mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles sólo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte,
olvidar sus ojos, su risa, todo
porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.

Queda prohibido no crear tu historia,
no comprender que lo que la vida te da,
también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.

jueves, 22 de mayo de 2008

Domingo por Legrand

Desde hacía rato el sonido sordo lo venía acompañando, sabía que habían empezado.
Ahora ya puede distinguir los vaivenes del tronar, sus piernas aceleran el paso y el tambor que cuelga del hombro se acomoda para facilitar el tranco rápido.
Quedan dos cuadras, la ansiedad gana terrero¸ paso y paso.
“Debí haber salido antes” piensa, el retumbe de los tambores ocupa toda su cabeza.
La última esquina y los verá, una sensación de disfrute le embarga.

Escritores Latinoamericanos - Gabriel García Márquez

"...Al principio me pareció que era imposible permanecer tres horas en el mar. Pero a las cinco, cuando ya habían trancurrido cinco horas, me pareció que aún podía esperar una hora más.
-El sol estaba descendiendo. Se puso rojo y grande en el ocaso, y entonces empecé a orientarme. Ahora sabía por donde aparecían los aviones, puse el sol a mi izquierda y miré en línea recta, sin moverme, sin desviar la vista un solo instante, sin atreverme a pestañar, en la dirección en que debía de estar Cartagena, según mi orientación. A las seis me dolían los ojos.
Pero seguía mirando. Incluso después de que empezó a oscurecer, seguí mirando con una paciencia dura y rebelde.
-Sabía que entonces no vería los aviones, pero vería las luces verdes y rojas, avanzando hacia mí, antes de percibir el ruido de los motores. Quería ver las luces, sin pensar que desde los aviones no podrían verme en la oscuridad. De pronto el cielo se puso rojo, y yo seguía escrutando el horizonte. Luego se puso de color de violetas oscuras, y yo seguía mirando. A un lado de la balsa, como un diamante amarillo en el cielo color de vino, fija y cuadrada, apareció la primera estrella. Fue como una señal. Inmediatamente después, la noche, apretada y tensa, se derrumbó sobre el mar... y sobre mí..."

"Relato de un náufrago"

miércoles, 21 de mayo de 2008

Escritores uruguayos - MARIO BENEDETTI / "Inocencia"


Ya es bastante haber llegado a la cornisa y ver la calle, abajo, sin que se me vaya la cabeza. Hay un hombre remoto que fuma junto al farol y de tanto en tanto se quita el sombrero para rascarse la nuca. A veces escupe por el flanco del cigarrillo. Desde ahí puede vernos, a Jordán y a mí. Si esa maldita hembra llegase de una vez. Todavía nos falta alcanzar la ventana, pasar el corredor, salir a la terracita y encontrar la tapa. Verdes nos lo ha revelado en solemne confidencia, con las comisuras de los labios temblando de borrachera y de deseo, la noche en que perdimos el examen de física y nos quedamos hasta la una tomando caña en lo de Brito. En realidad, a Verdes se lo había dicho Arteaga, y, a éste, el único que efectivamente había penetrado en el ducto: el mellado Soler. Pero el mellado murió en febrero y no es posible echar en saco roto su consejo: «Ojo con la tapa; de dentro no puede abrirse.» Somos cinco los que sabemos que en el Club existe ese pasaje, de setenta centímetros de ancho y quince metros de long¡tud al que dan las rejillas de los baños que usan las muchachas. Pero nadie se anima. Sólo Jordán y yo. Ahora el que fuma empieza a despotricar porque la mujer ha llegado con atraso. Después se calla, como para instaurar el ambiente adecuado a la bofetada que rebasa el silencio y, contra lo previsto, no va seguida de ninguna palabra. Entonces ella lo toma del brazo y se lo lleva hasta la esquina, recalcando los pasos en el empedrado. Por fin. Avanzamos dos metros en la cornisa, con la boca abierta, sin vértigo aún, a la expectativa. Verdes dijo que la ventana está después del recodo, y, efectivamente, Jordán -alcanza el marco. Abajo, en la calle cortada, no pasa nadie. Damos el salto. «Bueno», dice Jordán, «ya pasó lo peor». Pienso que llevo puesta la camisa blanca, con las flamantes ballenitas de aluminio. «Nos vamos a ensuciar», digo. «No seas marica», dice Jordán, «vamos a divertirnos». Yo creo que sí que vamos a divertirnos, pero también que me voy a arruinar la camisa. «Si lo decís por la ropa, no te preocupes», dice Jordán, «no podemos entrar vestidos.» «¿Y esto dónde lo dejamos?» «Aquí.» Dice aquí porque hemos llegado y está pisando la tapa. Tiene dos argollas, es cuadrangular y muy pesada. Todavía no sé si podremos moverla. Nos quitamos la ropa y recién nos damos cuenta de que la noche está fría. En cualquier otro momento me hubiera hecho gracia ver a Jordán, sobre la terracita, en calzoncillos. Pero lamentablemente no me hace gracia ahora. Me siento frío y ridículo y tengo miedo de que llueva y se me moje el traje. Sí, conseguimos levantar la tapa. Jordán se mete el primero por la abertura, se tiende en el túnel y comienza a arrastrarse. A la luz de la luna, veo pasar el pescuezo, los hombros, la cintura. Veo pasar el trasero, las rodillas, los pies. Y entonces me decido. Las paredes son ásperas y viene por el ducto un vaho caliente, desagradable. A medida que avanzamos se vuelve más caliente, más nauseabundo, más agrio. No puedo arrastrarme demasiado rápido porque choco con los pies de Jordán. Siento que se me desgarran los calzoncillos, que algo me raspa un hombro, pero sigo, sigo porque vamos a divertirnos, porque vamos a ver cómo son. A los siete u ocho metros, el vaho cálido e invisible se convierte en niebla iluminada. Las rejillas son ésas. Jordán dice: «Es allí. » Yo repito: «Es allí.» Parece que habláramos debajo de la tierra, en un infierno. Jordán se ha detenido, porque choco otra vez contra su planta. Le hago cosquillas con el pelo para que no se detenga. Entonces avanza y deja libre la primera rejilla. Nos establecemos: yo en la primera, él en la segunda. Pero adentro no hay nadie. Tanto riesgo, tanta cornisa sobre la calle, y ahora no hay nada. Estamos empapados y yo pienso en el traje. Jordán dice: «Mirá.» Miro y está Carlota, la vicecampeona de ping-pong, envuelta en una toalla. Abre la ducha y prueba el agua. Se quita la toalla y vemos cómo es. Jordán dice: « ¿Y? » Yo no digo nada. Ahora tengo vergüenza. Quería verlas desnudas, pero no así. Es mejor imaginar a Carlota cuando juega al ping pong, de pantaloncitos, que verla ahora verdaderamente desnuda, sin los shorts y sin nada. Entonces alguien grita o canta, yo qué sé. Carlota responde con gritos más agudos. Y otras dos, ya desnudas, con la toalla en el brazo, entran a los saltos. La rubia gorda es la señora de Ayala, la rubia flaca es Ana Cristina. Se sientan en el banco largo a esperar que la otra termine su baño. El vapor se mezcla con mi transpiración y se despeña en chorritos por mi piel ablandada. Las piernas más lindas son las de Carlota. «Mirá qué senos, che», dice Jordán. Sí, también los senos. «El culo, che», dice Jordán. Sí, también eso. Entonces la rubia flaca se pone a bailar sola y la rubia gorda la contempla con rabia. Después se le arrima y bailan juntas. Carlota se queda mirándolas y dice que dejen eso, que ahora viene Amy y saben cómo es. La muy zorra, dice la de Ayala, pero suspende el baile. No me gusta la de Ayala, me gusta Ana Cristina, pero es estúpido que bailen entre ellas. Claro que más me gusta Amy, pero a ésta no quiero verla. «Vamos», digo. «¿Qué?», dice Jordán, asombrado. «¿Tan luego ahora?» «Por mí quedate», digo, y empiezo a arrastrarme hacia la salida. Ahora sé cómo son. Eso me alcanza. Además tengo vergüenza, calor y repugnancia. Con la mano derecha voy recorriendo el techo, pero no encuentro nada. No quiero creerlo, pero choco con la pared. Con la pared final. Voy otra vez hacia adelante, pero no encuentro nada. Me arrastro hacia atrás, vuelvo hacia adelante, pero la desesperación no me impide entender que han cerrado la tapa. Regreso a las rejillas y llamo: «Jordán.» «Ah, volviste», dice, satisfecho. «Jordán», repito. No puedo decirle más, me da asco verlo tan confiado, mirando cómo Ana Cristina se enjabona la espalda. «La tapa», digo. Me mira distraído, sin comprender todavía. «¿Qué?», dice. «¡Está cerrada, bestia!» Nos insultamos en un ronco susurro y en la primera pausa descubrimos el miedo. Ahora Jordán tiene los ojos agobiados y la boca entreabierta. Se ha perdido, yo sé que se ha perdido. « Pero... ¿quién la cerró?», balbucea. A mí no me importa quién la haya cerrado. Miro por la rejilla y está la señora de Ayala lavándose el pescuezo. Los senos le caen ahora y son pulpas fláccidas, sobadas. Los pezones le cuelgan como ciruelas negras. Pienso que por esto, sólo por esto hemos caído. Y es poca cosa, es una horrible, abominable cosa. «Dejame pasar», dice Jordán. El miedo lo ha deformado. Parece un mono vicioso, enloquecido. «Voy a fijarme yo.» No quiero apartarme, es muy angosto. Entonces retrocedo y él me sigue. Claro, la tapa está cerrada. Jordán no dice nada y vuelve a las rejillas. Otra vez me deslizo siguiendo sus pies. Siento un estremecimiento en las rodillas, pero Jordán está mucho peor. Se ha perdido, yo sé que se ha perdido. Llora convulsivamente con su cara de mono y yo no puedo derretirme de piedad. Pero me derrito de sudor y de miedo. «Vamos a llamar», dice. Entonces sé que no vamos a llamar, que la solución tiene que ser otra. «No», digo. Nada más. No sé de dónde vienen esos pasos. Jordán se calla y nos miramos en silencio, cada vez más furiosos y decididos. Los pasos son de Amy. Pero no quiero verla. No quiero verla así. Claro, ella no sabe, abre la canilla, se acaricia las piernas. Sé que Jordán no espera, sé que ahora va a gritar. Me parece imposible pero llego a su boca. Es espantoso, es enloquecedor luchar aquí, con mis dedos de miedo en su garganta blanda. Sí, se ha perdido. Yo ya lo sabía. Entonces se le afloja su cara de mono, y vuelve a ser Jordán. Jordán de quince años. Jordán muerto. Aunque yo no sé nada y Amy está en la ducha y no puedo llamar. Porque no quiero admitir su presencia, sentirla inerme, sola, pura hasta lo insufrible. Pero soy un idiota y me castigo. Mi boca se abre dócil, para lanzar un grito. Un alarido atroz, irresistible. Porque soy un idiota y me castigo, y Amy rosada y húmeda, se asombra, se conoce, se desprecia, se escapa, mientras yo grito el grito de jordán.
"Montevideanos" - 1959

lunes, 19 de mayo de 2008

Video encontrado - LA FIGARI EN EL CORSO POR LA CALLE ORINOCO

El Candombe y sus orígenes

En 1888 Isidoro De-María publica el segundo tomo de sus célebres tradiciones y recuerdos "Montevideo antiguo", en el cual figura un capítulo intitulado "El Recinto y los Candombes" que sirvió de base a todas las supuestas reconstrucciones que se han intentado sobre el antiguo espectáculo coreográfico.

De-María, testigo presencial de los mismos en épocas lejanas, establece el período de auge de lo que él llama Candombe entre los años 1808 y 1829. Extractamos en su parte puramente musical y coreográfica, la descripción de nuestro memorialista: "La costa del Sur era el lugar de los candombes, vale decir la cancha o el estrado de la raza negra, para sus bailes al aire libre. Si la raza blanca bailaba al compás del arpa, del piano, del violín, de la guitarra o de la música de viento, ¿por qué la africana no había de poder hacerlo al son del tamboril y de la marimba? Si la una se zarandeaba en el fandango, el bolero, la contradanza y el pericón con sus figuras y castañeo, bien podía la otra sacudirse con el tan-tan del candombe.

Los domingos, ya se sabía, no faltaba el candombe, en que eran piernas lo mismo los negros viejos y mozos, que las negras, con licencia "de su merced el amo o la ama", salvo si eran libertos o esclavos de algún amo de aquellos que los trataban a la baqueta, sin permitirles respiro.

Cada nación tenía su canchita de trecho en trecho, media alisada a fuerza de talón, o preparada con una capita de arena, para darle al tango. Los Congos, Mozambiques, Benguelas, Minas, Cabindas, Molembos, y en fin, todos los de Angola hacían allí su rueda, y al son de la tambora, del tamboril, de la marimba en el mate o porongo, del mazacalla y de los palillos, se entregaban contentos al candombe con su calunga, cangüe... eee llumbá, eee llumbá, y otros cánticos, acompañados con palmadas cadenciosas de los danzantes, que movían piernas, brazos y cabeza al compás de aquél concierto que daba gusto a los tíos. Y siga el tango, y el chinchirín chidá, chinchi, y el tan-tan del diviertimiento de las clases y dé la multitud que siguiendo la costumbre, iba a festejarlo en el paseo del Recinto"... "El tango se prolongaba hasta la puesta del sol, con sus variantes de bebe chicha, para refrescar el gaznate, seco de tanto, eee llumbá; eee llumbá, y paseantes y danzantes se ponían en retirada.

¡El día de Reyes! ¡Oh! en ese día de regia fiesta, era lo que había que ver. Vamos a los Reyes, a las salas de los Benguelas, de los Congos y demás, por el barrio del Sur, era la palabra de orden del ama de casa, y apróntense muchachas; y los chicos saltaban de contentos. Y como la soga va detrás del caldero, allí iba también el padre del brazete con la señora, y toda la sacra familia por delante"... "En cada sala un trono, con su cortinaje y el altar de San Antonio o San Baltazar, y el platillo, a la entrada para los cobres o pesetas, con el capitán de guardia de la puerta y de la colecta. En el trono aparecían sentados con mucha gravedad, el rey tío Francisco Sienra, o tío José Vidal, o tío Antonio Pagola, con su par de charreteras, su casaca galoneada y su calzón blanco con franja, y sus colgajos con honores y decoraciones sobre el pecho. A su lado la reina tía Felipa Artigas, o tía Petrona Durán, o tía María del Rosario, la mejor pastelera, con su vestido de rango, su manta de punto, su collar de cuentas blancas o su cadena de oro luciendo en el cuello de azabache: y las princesas y camareras por el estilo"...

"La fiesta no paraba en eso. Los Reyes y sus acompañantes asistían en corporación a la Matriz a la fiesta de San Baltazar, cuyo altar pertenecía a doña Dolores Vidal de Pereira, quien por de contado, lo preparaba todo con magnificiencia para la función del Santo. Concluida ésta, salía la comitiva africana con su vestimenta de corte por esas calles de dios a hacer la visita de regla al Gobernador y demás autoridades, quienes la recibían muy cortésmente y la obsequiaban"...


Esta lúcida descripción de 1888 es algo así como el canto del cisne del Candombe. Los cronistas posteriores hablan de la danza negra con un acento nostálgico de cosa desaparecida. Cuando muere el último africano se lleva consigo esas danzas rituales secretas y estas otras al través de las cuales da su versión pigmentada de lo que ve bailar a los blancos. La nueva generación que surge en ese entonces sigue el ritmo de la época, libando -como dice el cronista precitado- "en la copa envenenada de las emociones europeas" ...

El folklore musical uruguayo / Lauro Ayestarán -Bolsilibros Arca /Montevideo - 1967

viernes, 16 de mayo de 2008

El cine y sus íconos - James Dean

Fue una ironía de la vida que James Dean, meses antes de morir en un accidente en la carretera, grabara una campaña de conciencia social para evitar los accidentes por exceso de velocidad. En el comercial mencionaba la frase: "Conduce con calma. La vida que salves puede ser la mía".

A los 24 años, su vida culminó en un trágico accidente. Su Porsche 550 Spyder (apodado Little Bastard, que compró para participar en carreras) terminó bajo el chasis de un Ford Custom Tudor modelo 1950 conducido por Donald Turnupseed, que venía en dirección opuesta. Dean era acompañado por su mecánico Rolf Weutherich, quien sobrevivió a la colisión.

Amante de los excesos.

El mítico actor de Hollywood era un amante de la velocidad y los excesos. Incluso le fue prohibida su participación en cualquier competencia de velocidad mientras filmaba su última película, Gigante , de George Stevens.
Algunos críticos llegaron a comentar que James Dean "quería probar y experimentar con todo; hubo drogas, mujeres y hombres en su vida". Incluso, una de las leyendas en torno a su muerte sugiere que salió velozmente de una fiesta en la casa de su amiga y compañera Elizabeth Taylor, presa de la furia al ver a uno de sus amantes, un conocido productor de Hollywood, con otro hombre, aunque también se afirma que en realidad el amor de su vida fue la actriz italiana Anna María Pierangeli.

La soledad lo abrumó.

Los historiadores y amigos de James Dean atribuyeron su alocada carrera de vida a la soledad que lo abrumaba, su desarrollo con la ausencia de la figura materna (su madre murió víctima de cáncer cuando tenía nueve años) y el resentimiento contra su padre, quien lo envió a vivir con sus tíos y al que no vio durante 10 años. Además, vivía acomplejado por dos fantasmas: ser miope y tener baja estatura.

Sus frustraciones las canalizó a través de diversas obras de teatro en su etapa escolar, incluso intentó estudiar Derecho, pero abandonó sus estudios para dedicarse a la actuación. Su primer trabajo fue un comercial de televisión para un refresco de cola, con el que consiguió unos cuantos dólares y un desayuno. Poco material de sus incursiones televisivas se conservó, en vista de que en ese tiempo se trataba de transmisiones en vivo.

James Dean construyó su personaje con atuendos que denotaban su condición campesina, pantalones vaqueros y botas, además de camperas de cuero y playeras blancas, la imagen del obrero urbano. Su atuendo desenfadado y su actitud en contra de las reglas impuestas por los adultos lo hicieron identificarse con un público joven, ávido de tener un ejemplo a seguir fuera de sus casas.

La fantasía del cine transformó a James Dean en un héroe de culto juvenil por sus personajes de hombre difícil, confundido y sensible que tiene que hacerse camino en la edad adulta sobreponiéndose a la figura opresiva de los padres y la fría indeferencia de la sociedad.

El director de cine francés Philipe Labró trazó la esencia de su personaje en una declaración: "Todos lo reclaman: los homosexuales, los beatniks , los intelectuales, los choferes de camiones, las ancianas, las niñas de 14 años, los adolescentes del campo y la ciudad y los que se asolean en las playas de California. Él pertenecía a todos, eso quiere decir que no pertenecía a nadie."

miércoles, 14 de mayo de 2008

La Historia - 40 años del Mayo/68 en París


"Después de lo que hemos vivido durante este mes, ni el mundo ni la vida volverán a ser como eran".

Eran ambiciosas, y contundentes, las proclamas que se oían en París, en el mes de Mayo de 1968. La anterior la pronunció Daniel Cohn-Bendit, el por entonces popular dirigente estudiantil, durante los días en que París vivió una eclosión revolucionara que puso en tela de juicio las bases sociales y económicas vigentes: el modo de producción, la jerarquización, la función del estado, la institución de la familia, el sexo. Todas las consignas, todos los lemas del movimiento revolucionario amenazaban con atacar el sistema establecido de forma radical –en su sentido literal: desde la raíz-: “la imaginación al poder”, “seamos realistas, pidamos lo imposible”…

Todo había comenzado el día dos de ese mismo mes, cuando las autoridades de la universidad de Nanterre decidieron cerrar el centro para contener la amenaza estudiantil, que pedía cambios profundos para democratizar la enseñanza. Ese mismo día, el propio Cohn-Bendit, pronto convertido en líder del movimiento, encabezaba una manifestación antiimperialista, a la que concurrieron miles y miles de estudiantes.

Al día siguiente, el rector de la Sorbona, Jean Roche, pidió a la policía que desalojara la vieja universidad parisina, que había sido tomada por una asamblea de estudiantes. Para ello la policía utilizó medidas represivas duras, como gases lacrimógenos.

El lunes día seis, justo después del anuncio de que quedaban cerradas todas las facultades de París, algo más de cuarenta y nueve mil estudiantes se encontraron, de pronto, en la calle. Creció como la espuma la agitación revolucionaria; los estudiantes no arremetieron contra el rector, ni contra las autoridades universitarias, ni contra la policía; lo hicieron contra el sistema: la enseñanza era para ellos un fósil heredado del feudalismo que había de ser reemplazado por un sistema democrático y abierto, no represivo.

Pronto se sucedieron los primeros choques, batallas campales en las que intervinieron más de veinte mil policías. Como en los días revolucionarios, se levantaron barricadas en París, en el Barrio Latino, y los enfrentamientos se saldaron con novecientos cuarenta y cinco heridos, y cuatrocientos veintidós arrestados. Sólo el lunes.

El martes siete otros treinta mil estudiantes desfilaron por las calles, cantando La Internacional. La día siguiente apareció el primer número de Acción, el órgano del movimiento revolucionario. Se extendió a toda la ciudad el clima de agitación que emergió en la universidad. El filósofo Jean-Paul Sartre declaró su solidaridad con los estudiantes que le aclamaron. Las manifestaciones se extendieron a Estrasburgo, a Nantes, a Rennes y a Lyon.

Ese mismo día, el miércoles, el movimiento alcanzó un nivel mayor que marcaría su futuro: los trabajadores se solidarizaron con los estudiantes y pasaron a engrosar las filas de las cada vez más multitudinarias manifestaciones populares. El viernes ocho, y la madrugada del sábado, las calles de París eran un campo de batalla: hasta sesenta barricadas dividían su centro, y los revolucionaron resistieron, con todo tipo de armas improvisadas, el asalto de la guardia republicana.

Por la mañana se daba cuenta de más de setecientos heridos leves, y casi cuatrocientos heridos graves, así como de más de ochenta vehículos quemados.

Ante la amenaza de una huelga general convocada para el lunes trece, el Primer Ministro Pompidou anunciaba una decisión audar: la reapertura de la Sorbona. A pesar de ello, más de ochocientos mil personas se manifestaron el lunes, secundando la huelga.

El martes, la Sorbona fue ocupada de nuevo, y declarada comuna libre por los estudiantes. El movimiento se extendió al conjunto de la sociedad: los estudiantes ocuparon el teatro Odeón, símbolo de la cultura oficial, y su director, Jean Louis Barrault, se les sumaba.

La vida económica se paralizó por las continuas huelgas de todas las industrias, hasta que aparecieron los primeros síntomas de ruptura interna. El dirigente de la CGT, Goerges Séguy, separaba la acción sindical del movimiento estudiantil, declarando un célebre “no a la aventura”.
Perdido el apoyo de los trabajadores, el movimiento estudiantil estaba abocado al fracaso. El Presidente de la República, el general Charles de Gaulle, supo conducir la situación con diplomacia y promesas. Convocó elecciones para cuarenta días después, y prometió importantes mejoras salariales a los trabajadores. Las consignas del movimiento, a pesar de su fracaso, quedaron en la memoria colectiva de millones de personas, y condicionaron de forma profunda el desarrollo ideológico europea del último cuarto del siglo XX.

lunes, 12 de mayo de 2008

LA ESCUELITA DE LA FIGARI - 2008

Este próximo sábado 17 de mayo, se inaugurará el ciclo 2008 de los talleres de percusión de candombe de LA FIGARI.

"LA ESCUELITA" abrirá sus puertas a partir de las 15.00 hs., en el Parque Rivera como siempre.

Convocamos a TODOS los integrantes de la Comparsa a que estén presentes y así, con tiempo y dedicación, llegaremos al nivel de toque que aspiramos. Damos cuenta de que se llevará un registro de asistencia.

Asimismo pueden concurrir quienes deseen adquirir conocimientos de percusión, pues nuestro cometido es la enseñanza a todos los que la requieran.

La cita está hecha; el próximo sábado a las 15.00 hs. en la Calle interna más próxima a Avenida Italia - Parque Rivera.

Esperamos una excelente concurrencia.

Un gran abrazo para todos.

viernes, 9 de mayo de 2008

Madre...


El día de la madre.
¡Vaya conciencia la nuestra!
Te damos un día, cuando te mereces toda la vida,
¡qué puedo hacer!
Recordar miles deudas impagables.
Evocar tu amor de madre en tantos gestos y situaciones.
Quizás únicamente decirte: te quiero mamá.