martes, 8 de enero de 2008

HUGO FATTORUSO - Un músico de raza

El sábado 26 de enero a partir de las 22 horas, el músico uruguayo Hugo Fattoruso compartirá una velada de "música entre amigos" en "La Iglesia"
La Figari invita entonces a que nos acompañen en esta mágica noche con la presencia de este destacado artista. Luego de su actuación se realizará un baile.
Servicio de Cantina / Invitación - $ 100.00
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Es músico desde que tiene memoria, ya que sus primeros contactos musicales los tuvo cuando era apenas un bebé y su padre lo llevaba, alzado, a escuchar los tambores del carnaval. Sus primeros acercamientos al candombe, interpretado entonces sólo por gente de color, determinaron el estilo de Hugo, aunque él mismo asegura que lo suyo es apenas una aproximación a la magia de aquellos maestros que llevaban literalmente la música en su sangre.
Las predilecciones de su padre, un experto en radios a válvulas, no se limitaban por cierto a los tambores; era también un fanático del jazz, del tango y de la música brasilera. En cuanto a su madre, cantante lírica, escuchaba preferentemente música clásica, óperas y zarzuelas.
"Ya casi ni recuerdo esa primerísima infancia, pero mis padres me cuentan que desde muy chiquito mostraba una fuerte inclinación por la música; apenas había aprendido a caminar y ya agarraba los discos y los ponía en la vitrola. Me parece que debo haber sido medio niño prodigio, porque el primer instrumento que toqué en serio, a los siete años, fue el acordeón a piano. En aquella época eran muy comunes los grupos de acordeones y guitarras. En cualquier club había un piano, y había cientos de orquestas que tocaban en los bailes populares, en los que se escuchaba música de todo tipo, incluso flamenco."
A los nueve, Hugo integró con su padre Antonio y su hermano Osvaldo el Trío Fattoruso, en el que Osvaldo, con cinco años, estaba a cargo de la batería. Antonio era el bajista, y tocaba un instrumento que él mismo había construido con ayuda de un palo de escoba y una única cuerda.
Increíblemente, el pintoresco trío sonaba muy bien, o al menos lo suficientemente bien como para animarse a presentaciones en público en varios festivales callejeros.
"DE NIÑO ESTUDIABA POCO, Y A VECES ZAFABA EN LAS LECCIONES HACIENDOLE ALGUNA TRAMPITA A MI PROFESORA DE PIANO"
"Al piano lo empecé a estudiar en serio a partir de los diez años, aunque no era un alumno muy dedicado que digamos. De hecho, soy mucho más dedicado ahora, de grande; hoy en día siento la necesidad de estar totalmente en forma a través del estudio, de sacarme todo el herrumbre posible de las manos. De niño estudiaba poco, y a veces zafaba en las lecciones haciéndole alguna trampita a mi profesora. La cosa era así: la profesora me decía: "para el miércoles, Huguito, me estudiás desde aquí hasta aquí". Y yo le decía: "a ver, ¿no me lo toca un poquito?". Y entonces ella lo tocaba, yo lo retenía y después lo sacaba de memoria; me hacía el que leía, pero en realidad lo tocaba de memoria. Y un día me pescó. Me descubrió porque yo sin darme cuenta estaba tocando en un tono diferente al escrito; la melodía era correcta, pero la tonalidad no."
Más allá de esas travesuras, durante seis años Hugo siguió estudiando el piano clásico apoyándose en su enorme facilidad para la música.
Una facilidad que le permitió también ir aprendiendo paralelamente el contrabajo. Tenía apenas dieciséis años cuando incorporó el bajo acústico como instrumento principal, integrándose como el miembro más joven de los Hot Blowers, un grupo de jazz con el que recorrió toda América Latina hacia fines de los 50.
Hugo recuerda esta etapa como clave para su desarrollo en armonía y contrapunto, aprendizaje que lo ayudaría a fortalecer una de las vigas maestras que sostienen su música: el ate consumado de la improvisación.
A comienzos de los 60 el rock comenzó a tallar con fuerza inusitada en el mundo de la música, marcando con su impronta a la mayoría de los intérpretes y compositores de ese tiempo. La respuesta de Hugo al nuevo desafío se concretó en Los Shakers, junto a su hermano Osvaldo y músicos como Roberto Capobianco (bajo y voz) y Carlos Vila (batería y voz). El éxito del grupo en América Latina fue rotundo, cautivando a los diversos públicos con su inédita combinación de bossa nov, rock, candombe y la nueva onda de la canción urbana uruguaya.
Casi diez años más tarde, a fines de los 60, crea Opa, una agrupación nacida en el curso de una estadía de Hugo en Nueva York, donde volvería a reunir las influencias del jazz, rock, candombe y música del Brasil, con Hugo en piano y sintetizadores, Osvaldo en batería y percusión y Ringo Thielman, su amigo de la infancia, en bajo. Opa fue un auténtico hito, y uno de los grandes puntos de partida de las nuevas formas musicales uruguayas. En lo personal, implicó una consagración para Hugo, quien llegó a recorrer los Estados Unidos trabajando con artistas como Hermeto Pascoal, Ron Carter y los Dixie Dregs.
Después de colaborar con Milton Nascimento, Hugo vivió varios años en Río de Janeiro, interactuando con artistas como Djavan, Geraldo Azevedo, Chico Buarque, Nana Vasconcelos y Toninho Horta.
Con Milton colaboró activamente (teclado y acordeón) en los arreglos de muchos de los temas integrantes de discos Milton, Journey to Dawn, Planeta Blue, Na Estrada do Sol, Angelus y en el CD Nascimento, ganador en 1997 del Grammy en la categoría de World Music. De su experiencia neoyorquina surgió el memorable CD de Hugo, Homework.
"CUANDO LA GENTE DE COLOR TOCA LOS TAMBORES, DE PRONTO PARECE QUE DE LOS PARCHES SURGIERAN MELODÍAS O COROS"
Actualmente se encuentra presentado en distintas ciudades del mundo, particularmente en Buenos Aires, donde está siendo cada vez más reconocido por un creciente grupo de entusiastas, sobre todo a partir de su excelente espectáculo Rey Tambor, que presenta junto a las más importante cuerda de tambores montevideana, y Eras, un show intimista donde vuelve sobre los mayores logros de su carrera, a la vez que presenta sus últimas composiciones, en las que suma y decanta su sabiduría musical, profundamente marcada por el toque inefable de los intérpretes de color.
EL COLOR DE LA MUSICA
¿Hay una diferencia de toque entre un músico negro y un músico blanco?
Sin duda. Hasta hace cuarenta años, cuando yo tenía 20, los tambores eran la gran base de la música popular uruguaya, y la diferencia estaba en que la gente que actuaba en esos tiempos en los concursos de carnaval era gente de color, casi no había ningún blanco tocando. Más tarde, seducido por los tambores, el blanco de a poco los fue incorporando, al punto que el fenómeno se revirtió, tanto que ahora la mayoría de los tocadores son de raza blanca; las familias de gente de color han ido dispersándose paulatinamente.
¿Era otro toque?
Era otro toque, y en mi opinión a los blancos no nos va a salir nunca como a ellos. Nosotros podemos absorber el toque, lo podemos reproducir, imitar, y por cierto hay muy buenos tocadores blancos, pero el lenguaje es otro, a pesar de que parece el mismo es otro, hay algo que me parece que no está, algo que tal vez tiene que ver con el pulso y la precisión. Es difícil explicarlo, pero la gente de color, acá y en cualquier otro lugar del mundo, siempre va a llevar una cierta ventaja, tienen otro sabor, otra cadencia, algo tan sutil como puede ser la distancia micro milimétrica entre una nota y la otra. Cuando la gente de color toca los tambores, de pronto parece que surgieran melodías de los parches, o a veces uno tiene la sensación de estar escuchando un coro, y obviamente no hay ningún coro, se produce como una ilusión auditiva tan intensa que a veces uno piensa... ¿estoy oyendo bien o estoy loco?.
Se produce un efecto mágico.
Es mágico, Más sencillamente, yo diría que lo que tocan ellos es música, y lo que nos sale a nosotros los blancos es... algo parecido. Y lo digo con todo respeto por los excelentes intérpretes blancos que por supuesto hay; de hecho soy blanco, y toco el tambor cada domingo y todos los días que puedo con mis amigos, que son músicos estupendos, pero de algún modo es como si estuviéramos aprendiendo, yo al menos lo siento así, siento que estoy siempre tratando de alcanzar aquello que mi mente, mi alma y mi corazón recibieron cuando mi padre me llevaba a escuchar a aquellos morenos que, ellos sí, sin duda alguna, tenían la música en la sangre

Reportaje: Revista Cabal Uruguay No. 29

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